El coche negro avanzaba a toda velocidad por la carretera. En el asiento del copiloto, Aurora estaba sentada con los brazos cruzados. Sus ojos fijos en la carretera, el rostro frío. Su vestido negro seguía desordenado, algunos mechones de cabello se pegaban a sus mejillas húmedas de sudor.
Damian giró bruscamente el volante hacia la izquierda, haciendo que los neumáticos traseros chirriaran sobre el asfalto.
—¿Por qué permitiste que ese humano de poca monta te tocara, eh?
Aurora respondió solo con un largo suspiro. Ni siquiera volteó a mirarlo.
—¿Me lo preguntas? ¿De verdad crees que lo hice a propósito? Si no hubieras estado ocupado bebiendo con Arc, me habrías sacado de allí antes.
—¡No culpes a Arc! ¡El problema eres tú! ¡Bailabas como una perra en celo frente a los humanos! ¿Ya olvidaste quién eres ahora? ¡Eres la Luna White!
—¿Y tú olvidaste quién me obligó a estar otra vez a tu lado? ¿De verdad piensas que quería volver a esta manada? ¡Todo esto es tu juego, Damian!
—Estoy harto