—Aurora, ¿por qué esta noche estás tan hermosa?
Aurora levantó el rostro.
—Porque eres mi Alpha y yo soy tu Luna. ¿No quieres redimirlo todo?
Damian tragó saliva.
—Quiero que lo sepas, lo siento de verdad —respondió Damian, acariciando el hombro de Aurora.
Aurora permitió ese roce, pero en su cabeza los planes giraban como hojas de cuchilla.
—¡No pidas perdón aquí, Damian! ¡Redímelo todo y demuéstramelo aquí!
Damian la miró fijamente. Su respiración se volvió más pesada, sus dedos ahora se aferraban a la cintura de Aurora, cubierta apenas por una delgada tela de satén.
—Lo redimiré esta noche… y todas las que vengan —susurró al oído de su Luna.
Aurora cerró los ojos un instante, dejando que los labios de Damian descendieran por su cuello, hasta su clavícula. Su mano se posó en el pecho de Damian, sintiendo la musculatura marcada, cubierta de rasguños y mordidas, cicatrices de dominancia de lobo. Heridas viejas, heridas que también la mancharon a ella. Damian se inclinó, empujando suav