*—Callum:
Durante la mañana, Callum disfrutó de la piscina rodeada de palmas que daban una sombra fresca, como si lo arropasen con su murmullo suave. El agua tibia lo relajaba y, por un instante, pudo olvidar todo lo que habían atravesado. Cuando llegó la hora de comer, se unió al resto del grupo. Dio de comer a los bebés, quienes reían y balbuceaban felices con la novedad del lugar. Habló un rato con las nanas mientras Dominick, sentado cerca, parecía concentrado en mantenerse tranquilo, observando más que participando. Callum lo dejó ser, comprendiendo que su esposo también necesitaba esos momentos de calma.
Cuando el sol comenzó a descender, se acomodaron en unas tumbonas frente a la playa, cada uno con un bebé arropado contra su pecho. El cielo se fue tiñendo de tonos anaranjados y rosados, reflejados en las olas tranquilas que llegaban hasta la orilla.
El viento salado revolvía suavemente el cabello de Callum mientras el calor tibio de Lucas lo mantenía en paz. Elías, en brazos