*—Dominick:
Cuando por fin logró calmarse y sentir que sus feromonas se estabilizaban, Dominick respiró hondo, se giró hacia la puerta y la abrió.
Tal como había supuesto, Callum seguía allí, quieto, con los brazos cruzados y la mirada fija en él. Su rostro estaba enrojecido, aunque Dominick no supo distinguir si era por el calor sofocante de la habitación… o por el enojo.
—¿Qué diablos pasa contigo? —disparó Callum, sin rodeos.
Dominick suspiró, evitando su mirada, y pasó por su lado rumbo a la cama.
—Nada. No pasa nada, solo… algo me cayó mal —mintió, sin convicción.
Callum lo siguió con la mirada aguda, olfateando el aire. Arrugó el ceño.
—Tus feromonas están descontroladas, Dominick.
La afirmación lo dejó helado.
—¿Qué…? —Dominick se giró de golpe, atónito—. ¿Estás… oliéndome otra vez? —pregunto sorprendido, porque Callum había perdido la capacidad de oler sus feromonas después de su embarazo y ahora lo estaba volviendo una vez más.
Callum apartó la vista, ruborizado.
—Sí… —admit