*—Dominick:
Por eso decían que un alfa nunca podía tener suficiente.
Dominick rió una risa ronca, aún jadeante.
Intentaba recuperar el aliento después de varias sesiones intensas con su omega, quien ahora descansaba exhausto sobre su pecho, con la piel perlada de sudor y el aroma dulce de su celo impregnando el aire. Ambos habían cedido a la necesidad una y otra vez, pero en ese instante, mientras la respiración se acompasaba y el calor de sus cuerpos se fundía bajo las sábanas revueltas, la mente se sentía más clara.
Dominick deslizó una mano por la espalda sudada de Callum, acariciándola lentamente, subiendo hasta su nuca para enredar los dedos en su cabello húmedo, y luego bajando por la curva de su cintura hasta el borde de esas nalgas firmes que lo tentaban demasiado. Solo con rozarlo, su deseo latía otra vez.
Definitivamente, no podía volver a reprimirse. Tratar de actuar en contra de su naturaleza, de contenerse con su omega, había sido un error que no pensaba repetir. Este Ru