*—Dominick:
Le dolía el pecho como si alguien le estuviera desgarrando por dentro, un dolor que no venía del cuerpo sino del alma. Era una mezcla insoportable de impotencia, miedo y una ira silenciosa que lo consumía.
Dominick miró a través del cristal hacia las incubadoras, donde sus hijos luchaban por adaptarse al mundo, y apartó la vista de inmediato. No podía, no tenía fuerzas. El vacío era demasiado profundo, el resentimiento demasiado fresco.
Un alfa era un ser mezquino por naturaleza. ¿Cómo era posible que no quisiera saber de sus propios hijos? Nunca se habría imaginado teniendo esos pensamientos tan oscuros, pero ahora entendía. Comprendía lo que significaba ser un alfa en verdad: un ser poderoso, sí, pero también egoísta. Sin un vínculo, todo giraba en torno a sí mismo; pero una vez enlazado, su mundo se reducía a una sola persona. Y para él, esa persona siempre había sido Callum.
Había pasado una semana desde la fatídica fiesta prenatal, donde, en un momento dado, se le hab