*—Callum:
No sabía por qué estaba allí, pero todo a su alrededor parecía un hospital.
La mirada de Callum iba de un lado a otro, desconcertada. Los pasillos eran largos y fríos, demasiado silenciosos, y entre las paredes podía distinguir siluetas humanas. Eran sombras: algunas difusas, otras más densas, moviéndose sin rumbo, acostadas en camillas o de pie en grupos, como si pertenecieran a un lugar entre la vida y la muerte.
Mientras avanzaba, trataba de dar sentido a lo que veía, pero su mente estaba en blanco. No recordaba nada de lo ocurrido antes de estar allí. No había rostros, ni nombres, ni tiempo. Solo esa sensación punzante de que tenía algo pendiente. Algo que no podía abandonar todavía.
Decidió abrir puertas al azar, buscando respuestas. Cada habitación estaba habitada por más sombras inmóviles. El aire era denso, cargado de silencio, y una pregunta lo consumía con cada paso: ¿dónde demonios estaba?
Entonces, al salir de una de esas habitaciones, una luz cegadora bloqueó su