Subtítulo:
“Algunos poderes no se enseñan… se liberan bajo presión.”
El invernadero ya no parecía un lugar seguro. Desde el encuentro con la mujer encapuchada, Ariadna no había podido regresar sin sentir una especie de escalofrío bajo la piel. Algo había cambiado esa noche, y no era solo ella… era todo.
Habían pasado menos de veinticuatro horas, pero cada sombra parecía distinta. Los pasillos, las hojas, incluso el aire. Todo estaba más denso, más cargado, como si la tierra contuviera la respiración.
—¿Quién era esa mujer? —preguntó Sofía mientras caminaban juntas hacia el pabellón central—. La describes como alguien que… no debería haber estado aquí.
—No sé —murmuró Ariadna—. Tenía una mirada que me atravesaba. No era una enemiga declarada, pero tampoco era una amiga. Me habló como si me conociera desde antes de que naciera.
Sofía frunció el ceño.
—Podría ser una enviada de Marcus. O algo peor. Algunos clanes perdidos usan lobas híbridas como espías. Bellas. Precisas. Letales.
—Ella