Adrianna escuchó los golpes en la puerta y por un, momento creyó que era Lety. Cerró los ojos. Pues no deseaba verla por ahora.
—Estoy aquí… si necesitas hablar —escuchó la voz de Natalia desde el otro lado de la puerta.
Adrianna dudó unos segundos. El silencio pareció detener el tiempo. Luego, con manos temblorosas, caminó hacia la puerta… y la abrió.
Sus ojos estaban rojos, su rostro pálido. Natalia no dijo nada. Solo la observó, esperando su permiso. Adrianna asintió, y ella entró con suavidad, cerrando la puerta tras de sí.
—No quiero hablar mucho —susurró Adrianna, con la voz quebrada.
—Solo… no quiero estar sola.
—Estas en tu derecho mi Adri. —dijo.
Natalia se sentó en la esquina de la cama y abrió los brazos, no tenía intenciones de dejarla sola. Adrianna dudó un momento, pero luego se acercó y se dejó caer en ese abrazo. Lo estaba necesitando con todas las fuerzas de su alma.
—Todo cambió, Nat —dijo con un hilo de voz.
—Hoy, en cuestión de minutos… mi vida se partió en dos.