Adrianna despertó, poco a poco, abrió los ojos y miró a su alrededor sintiéndose desorientada, no sabía cuánto tiempo había estado durmiendo, lo único que pensó al momento de abrir sus ojos fue.
—Aún estoy con vida, soportando este tormento.
Miró sus manos y vio la via intravenosa puesta, miró a la enfermera que la cuidaba.
—¿Dónde está mi madrina? —pronunció con voz rasposa.
—Salió un momento a comer algo, pasó la noche entera sin probar nada,
—¿Qué hora es? —pregunto algo desorientada
—Son las nueve de la mañana
—¿Tanto tiempo dormir? —pronunció aturdida, creyendo que solamente fueron pocas horas.
—Así es logramos estabilizarla a usted, y logramos salvar a su bebé —dijo la enfermera sin imaginar la reacción de Adrianna.
Adrianna al escuchar las palabras de la enfermera, diciendo su bebé, abrió los ojos como plato sentándose de una, tocó su vientre y un grito desgarrador salió de su garganta.
—¡Noooooo! ¡Eso no es posible! ¿Un bebé? No puede ser...¡Nooo! ¿Porqué a mí? ¿Porqué a mí Dios? ¿¡Porque!? No lo quiero, no quiero por favor no...no..no..—gritó con desesperación, sus lamentos llegaron al pasillo siendo escuchados por Lety, que corrió a la habitación.
Adrianna lloraba desconsoladamente, se había arrancado la vía cayendo al piso, la enfermera no logró controlarla, y corrió a buscar ayuda, el médico entró y corrió para tratar de controlar a Adriánna, ordenó inyectar un sedante para poder estabilizarla. Lety sintió que su mundo se caía a pedazos, no podía evitar tanto dolor a su ahijada, lloró inconsolable mente al verla tan vulnerable.
—Hija mía ..si pudiera quitarte este dolor tan grande, lo haría sin dudarlo.
—Madrina...no quiero..no quiero este bebé...no quiero vivir, porque me salvaste. —pronunció con voz debilitada.
—Porque te amo hija mía, porque te amo, no soportaría perderte, vamos a superar este mal trago que nos está dando la vida, vamos a salir adelante, y yo voy a estar contigo siempre mi amor, siempre te lo juro. —pronunció Lety sintiendo su corazón estrujarse del dolor.
Adrianna poco a poco fue cayendo en la inconveniencia. Lety salió para que pudieran pasarle a otra habitación.
Ernesto esperaba a fuera con impaciencia, cuando vio a Lety salir llorando.
—¿Que sucedió? ¿Se enteró? —preguntó angustiado por Lety.
—Si... La enfermera habló sin querer, creyó que ya estaba consciente del embarazo, no imaginó el impacto que iba a tener esa noticia.
—Vamos a esperar a que esté más tranquila, su primera reacción será no desear al bebé. —dijo Ernesto y Lety lo miró extrañada. ¿Cómo era que Ernesto sabía tanto de ese tema? Se cuestionó, lo vio a los ojos y preguntó
—Me da la impresión de que no eres precisamente un chofer de Uber. ¿Quién eres Ernesto Lanús?
Ernesto la miró fijamente y respondió su pregunta.
—Soy psicólogo clínico, tengo una hija, un nieto que es producto de una agresión, ella solo era mi niña de veinte años, era muy hiperactiva, sonreía por todo, era una chica feliz, hasta que un desgraciado apagó la luz de su sonrisa, ahora estoy trabajando en su autoestima, es un proceso muy largo y lento su recuperación, pero ahí vamos reconocí los síntomas aquella noche, y es por eso que me acerqué a ustedes para ver si podía ayudar en algo.
—Muchas gracias Ernesto, lamento mucho lo de tu niña, por fin encuentro a alguien que me entiende, me diga y me oriente en que hacer. No podré sola con esto.
—Tienes que estar muy atenta, Ahora más que nunca, ella puede volver a intentarlo, tienes que tratar de distraerla para que la idea de volver a intentar contra su vida, tenemos que ganar tiempo, y cuando llegue el momento, has un ultrasonido, cuando escuche latido del corazón de su bebé la hará reaccionar y no deseará deshacerse de él. Por ahora es demasiado pronto para que ella lo asimile y lo acepte. —sugirió y explicó Ernesto, Lety sintió temor solo de pensar que lo volvería a intentar.
—Tengo miedo Ernesto, tengo miedo de que vuelva a intentarlo y yo no esté presente justo a tiempo.
—Poco a poco saldrán de esta tormenta, y si aceptan mi ayuda y sobretodo mi compañía y protección, estaré ahí siempre. —dijo Ernesto cuando la enfermera se acercó.
—Señora Lety, siento mucho el inconveniente, fue mi culpa no creí que fuera a reaccionar de ese modo. —habló la enfermera con pesar.
—Tranquila señorita, no es su culpa, lo sé, usted no sabía cómo iba a reaccionar.
—Ya está despertando, puede pasar a verla por favor. —pidió la enfermera y Lety corrió a la habitación de Adrianna.
Entró y la vio con los ojos cerrados mientras su lágrimas rodaban por sus ciene. Lety se acercó muy despacio, tomó su mano y le habló en susurros.
—Mi niña.
—Madrina, esto es un castigo, qué hice para merecer este dolor, yo deseando olvidar esta pesadilla y resulta que voy a tener un hijo de mi desgracia.
—No mi niña, no digas eso, un hijo nunca es una desgracia... un hijo es una bendición, un hijo es una curita para el alma, dale gracias a Dios que tu... que tu vientre tiene vida. Y no llegarás a mi edad sola, sin alguien que te diga mamá, no estarás como yo. —manifestó con mucha tristeza
Adrianna escuchó cada palabra y tocó su vientre, aquellas palabras le conmovió el alma, sus cabeza era un completo caos, analizó las palabras de Lety, hasta que concluyó que para eso ella tendría que mirar cada día el rostro de un niño que le recordaría a un monstruo.
—No..no lo quiero, no quiero este hijo madrina, no lo voy a tener. —habló con determinación.
Lety la miró con tristeza, deseaba con todas sus fuerzas convencerla de lo contrario, y salió de la habitación temiendo lo peor, sus lágrimas rodaban cuando Ernesto se acercó a ella.
—No puedo convencer la de lo contrario. —hablo sintiéndose derrotada.
—Tranquila Letty, es normal su reacción, es la impresión de la noticia.
—Esto es demaciado para mí Ernesto, ver a mi niña sufrir de ese modo es desbastados para mí. —dijo y Ernesto la abrazó muy fuerte.
Adrianna no dejó de llorar, sentía que el mundo se la caía a pedazos, deseaba dormir sin tener pesadillas y despertar en otra vida.
Una semana pasó y fue dada de alta y nadie tocó el tema del bebé.
Lety sentía temor de decir algo y causarle una crisis.
Adrianna empezó a tener sueños diferentes.
"Caminaba por la playa, corría siento paz en su interior, el viento juega con su cabello y el eco de una risa le llamó la atención. Miró a todos lados buscando y cada vez se acercaba más y más, hasta que vió en el suelo una prenda de bebé con una nota que decía, hubiéramos sido muy felices mamita, te amo a pesar de que no me quisiste en tu vida."
Adrianna despertaba en un caos total. Se levantó y fue al baño, se duchó y ahí, bajo la lluvia artificial pasó mucho tiempo, tanto hasta que su piel palideció y se arrugó del frío.
Salió de ahí, se cambió y fua a la cocina preparó una taza de café y la bebió para sentir un poco de calor, vio uno durazno y deseó comer, lo miró con un deseo profundo y sintió su boca haciéndose agua por desear ese sabor de esa fruta deshacerse en su boca.
Cerró el refrigerador y salió al jardín con su segunda taza de café.
—Hija, ya no sé qué decirle a Lucrecia, insiste en llamar y preguntar por ti, que le dé tu nueva dirección.
—Hoy tengo cita en... en la clínica, hoy tengo una cita....¿Si deseas acompañarme por favor? —pidió sintiendo una tremenda confusión, e ignorando las palabras de Lety.
—Claro que sí mi niña, sabes que puedes contar conmigo,
—Claro que si, yo te voy a apoyar en cada decisión que tomes, así se me parte el alma en dos. —respondió Lety, sabiendo la decisión que había tomado Adrianna.
Una hora después, Lety llamó a Ernesto para ir a la clínica, Adrianna subió y subió al Uber en completo silencio, era un silencio sepulcral, Lety sentía que su alma pedía a gritos impedir esa decisión, que muy segura estaba que con los años le iba a pesar más y Adrianna iba a sufrir mucho más que ahora.
Adrianna sumergida en sus pensamientos no dejaba de recrear las imágenes del confuso sueño una y mil veces en su mente.
—Perdóname bebé, perdóname... Perdóname por ser tan cobarde, pero no me veo mirándote la cara y respondiéndote el día que llegue el momento en que me preguntes por tu padre. —se decía mentalmente.
Llegaron al parqueadero de la clínica Ernesto bajó abrió la puerta y Lety salió.
—Hija, llegamos. —dijo Lety sacandola de sus cavilaciones, Adrianna recorrido con la mirada toda la clínica, se paró en la entrada, viendo salir a una pareja donde la mujer iba llorando a mares.
Adriana caminó a paso lento, sentía que cada paso que daba pesaba como una piedra en su alma.
Llegó y fue directo a información entregó los datos y una recepcionista le pidió esperar en la sala número cinco. Adriánna siguió caminando en completo silencio, sentía que en sus pies tenía apagado un montón de piedras que no la dejaba caminar. Tal vez era su conciencia la que pesaba tanto. Su mente era un caos no podía pensar claro, entre la razón y su decisión, no podía evitar que su corazón doliera.
Sentada esperando al llamado de la enfermera, el tiempo pasaba tan lento, que morí cada segundo que respiraba, sentía su corazón acelerado y su cuerpo estaba anestesiado, miró a todos lados y por un momento, deseó salir corriendo y escapar de esa amarga realidad.
—Señora Adriana La Russo. —dijo la enfermera rompiendo el silencio del pasillo y trayendola a la realidad, esa realidad tan cruda que no la dejaba vivir en paz.
Adriánna sintió un vuelco en su corazón al momento de escuchar su nombre, cerró los ojos , se puso de pie y pasó a la sala en completo silencio, la enfermera la guió para su cambio de ropa. Se colocó una bata, y nuevamente caminó muy despacio, se subió a la camilla, cuando la doctora la miró fijamente.
—¿Me recuerdas cuántas semanas tienes por favor? —preguntó la doctora sí mirarla. A pesar de ya saber el tiempo de embarazo hizo la pregunta.
—No lo sé.... No lo sé. —respondió Adriana sollozos, y evitando responder, sabía que si recordaba esa fecha, su corazón desangra más. La galena la miró, y caminó para acercar el ecógrafo.
—Voy hacer un ultrasonido, para saber cuánto tiempo tiene exactamente. —dijo para ver si podía persuadir en la decisión tomada por Adriánna.
La enfermera colocó el gel en su vientre y la doctora empezó a pasar el transductor por su diminuta pancita.
La doctora miró la pantalla, y luego a Adriánna.
—¿Nunca antes te hiciste ultrasonido.? —preguntó alternando la mirada entre ella y la pantalla.
—No... —respondió cerrando los ojos para no mirar la pantalla.
—Entonces no sabes que dentro de tí, se están fumando tres bebés. —dijo la doctora y de la expresión de sorpresa en el rostro de Adriánna fue muy notorio.
—¿Tres? ¿Trillizos? —preguntó sorprendida.
—Si... así es ¿Piensas quitarle la vida a tres de tus hijos? —preguntó fríamente la doctora dejando a Adriánna en shock
Adrianna empezó a llorar desconsoladamente, la doctora pidió un vaso con agua a la enfermera y esta fue por ella.
La vio a salir y luego miró a Adrianna.
—No sé qué te ha pasado, porque has tomado la decisión de deshacerte de tus hijos, cuáles son las circunstancias de tu vida pero solo te voy a decir algo, independientemente de quien sea el padre, tus hijos son tuyos más que del padre que los engendró, ese es solo un donante sea escogido, o involuntariamente, pero es solo un donante, no lo olvides nunca, la educación se la darás tú, para que sean personas de bien..—habló con mucho tacto, llegando a la conclusión de que este embarazo era productor de una agresión.
—No se que voy a hacer ahora. No sé qué hacer.
—Los hijos son una bendición y sí llegan es para sanarnos el alma, para alegrarnos la vida, escuchar su risa ver los primeros pasos dan y cuidar de que no se lastimen al caer, cuando experimentes sus primeras palabras cuando te d
icen mamá, sabras que habrá valido la pena caminar sobre vidrios de fuego.