El Alfa no había querido presionar más a su luna, comprendía sus razones por las cuales no quería volver con él, pero eso no sería suficiente para soltarla, nunca la dejaría volverse a marchar de su lado.
El lobo regresó a su habitación para ver a sus cachorros. Se encontró con que ya estaban despiertos y tenían peticiones.
— Tío Angelino, quiero ir al baño, ya no aguanto, llévame ya.
— ¿Qué...? Pero yo no sé nada sobre cachorros, ¿No te han enseñado a ir al baño tu solito, Lionel?
— Apenas nos está enseñando mamá, pero todavía nos limpia la colita.
Justo el Alfa entraba en ese momento y escuchaba todo. El segundo hermano lo vió y sintió alivio.
— Por la diosa luna, que bueno que ya estás aquí, el cachorro quiere ir al baño, llévalo tú, yo bajaré a... ver que los caballos esten bien cuidados...
— A dónde creés que vas, voy a llevar a Lionel al baño, pero después les daremos una ducha para que bajen a desayunar, y tú vas a ayudarme a bañarlos.
— ¿Qué? Leonardo, no