El Alfa Romano, a pesar de haber llevado a Alejandra como maestra para su hijo, no permitió que comenzarán con las clases hasta que estuviera completamente recuperada.
En un salón de clases que se había preparado especialmente para el pequeño cachorro heredero, Ale llegaba con un libro en mano.
— Joshino, ven aquí, te vas a sentar y vamos a repasar la lección que fué aprobada por tu padre.
— Está bien, tu si me agradas, el otro maestro que tenía no me gustaba.
— Me alegra escuchar eso, no quisiera que tú padre me despidiera. Si no con que mantendría a mis cachorros. — Decía Ale mientras le sonreía al hermoso lobezno.
— Esos lobitos comen mucho, pareciera que son hijos de un Alfa.
Ale se tensó un poquito, no quería que supieran que sus hijos eran en realidad hijos de un poderoso Alfa.
— Solo es que son muy glotones...
— Pues si. Oye Alejandra, ¿En dónde está el padre de tus cachorros? Porque... Ellos tienen que tener un papá, así como yo tengo a mi padre, ¿Cierto?