Los Alfas al igual que los centinelas mantenían los ojos muy abiertos en todas direcciones. más no tenían el alcance de los hermanos Salvatore.
Cada uno de ellos llevaba la esperanza de encontrar a los dos cachorros traviesos que se habían fugado del castillo Romano.
(...)
— Leo, ya estoy muy cansado, no puedo mover un solo pie más, necesito descansar un poco. — Lionel ya había dado todo lo que podía.
— Yo también estoy cansado, Lionel, pero si nos detenemos corremos el riesgo de que nos huela una bestia y venga por nosotros. — Lorenzo le explicaba a su hermano porque no podían detenerse.
Con los ojos llorosos, el regordeto cachorro fue a sentarse en una piedra, él no era tan aventurero como lo era Lorenzo, no tan determinado como lo era Leo, a el solamente le gustaba estudiar y comer.
De pronto para su mala suerte, un cachorro de oso merodeaba por ahí, aunque era un bebé, ya tenía las garras bien afiladas y colmillos, sus ronroneos y rugiditos llamaron la atención d