Ella es mi luna.
La imponente voz del Alfa, se escuchó amenazante, no le temblaría ni una sola garra para asesinar sin piedad a esa escoria de rey.
El Alfa Jones no iba a ceder tan fácilmente, su arrogancia era demasiada como para hacerlo. El pegó más a su cuerpo a la bella Alejandra.
— ¿Qué esperas? ¡Te he dicho que la sueltes! — La orden vino acompañada de un rugido.
Alejandra por un momento se olvidó de que un lobo extraño con muy malas intenciones la tenía atrapada en sus fuertes brazos, el solo escuchar esa voz la dejó en shock, hacia tanto tiempo que no lo escuchaba.
— Alfa Salvatore... ¿Quién te crees para darme órdenes? Yo puedo hacer lo que quiera, cuando quiera, y quiero tener a esta loba que se paseaba por el jardín sin considerar los peligros que corría.
— Si me haces repetirlo, te vas a arrepentir de no haber obedecido, Jones. — El Alfa Salvatore ya hablaba con los dientes apretados, su furia era tanta que no vió lo impresionada que estaba Alejandra por volver a verlo.
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