El coche se deslizó por las calles de la ciudad, un silencio tenso llenaba el espacio entre Orión y Destiny.
El joven Blaine no dejaba de observarla por el rabillo del ojo, su rostro serio, su mandíbula tensa.
Destiny, por su parte, miraba la ciudad pasar por la ventana, con una expresión de calma que no llegaba a sus ojos. Había una leve rigidez en sus hombros, una imperceptible tembladera en sus manos.
Finalmente, Orión rompió el silencio.
—Destiny... —dijo, su voz suave, casi un susurro—. No sé qué decir. Estoy... avergonzado por el comportamiento de mi hermana. Lo que ella hizo fue algo ruin, inaceptable. No puedo creer que haya llegado a eso. No es lo que... nuestra familia, no es así…
Destiny volteó la cabeza y le ofreció una sonrisa forzada. —Gracias, Orión. Pero no hay necesidad de que te disculpes. No es tu culpa.
—Sí que lo es —insistió Orión, con un toque de amargura—. A pesar de todo, somos familia. Lo que ella hizo es un reflejo de nosotros. Pero te aseguro que tendrá su