—¡Suéltame ahora mismo! ¿Acaso no tienes la menor idea de a quién estás tratando de esta manera? Les voy a hacer la vida miserable… ¡Voy a arruinarte la maldita vida! —Stephan estaba llegando a un punto de desesperación bastante radical. Alaric, que estaba tras él, solo lo observaba en silencio.
Verlo de aquella manera le hizo preguntarse: ¿Por qué le temía tanto? ¿Por qué había dejado tantos años hacer a aquel hombre lo que deseara?
Lo cierto era que había tanto que lo invadía.
Mientras los hombres lo ataban y curaban muy por encima su mano destrozada, Alaric estaba en completo silencio.
A su lado, Orión parecía desesperado por lograr contactarse con Misac y saber cómo estaban Rachel y Sierra, pero aún seguía sin rastro o señal.
—Esto es un problema, no logro comunicarme con ninguno de los hombres… —Orión observó a Alaric y luego a Stephan.
Era claro lo que sucedía: Orión estaba aterrado con la idea de dejar solo a Alaric, con el hecho de que tal vez este lo dejaría escapar, pues el