El aire dentro de la empresa se sentía pesado, aunque todo parecía transcurrir con normalidad. Katerina revisaba documentos en su oficina cuando la puerta se abrió inesperadamente. Uno de los guardias de seguridad se asomó con una expresión de incertidumbre en el rostro.
—Señora Morgan, hay alguien aquí para verla —anunció con voz firme pero vacilante.
Katerina frunció el ceño, dejando los documentos a un lado. No esperaba visitas. Antes de que pudiera preguntar quién era, el guardia se apartó y una mujer de cabello oscuro y ojos claros, con un porte elegante pero cansado, entró en la oficina. La reconoció de inmediato sin haberla visto nunca antes. Era como mirarse en un espejo que reflejaba un futuro que nunca imaginó.
—Katerina... —susurró la mujer, con un temblor en la voz.
Katerina se puso de pie de inmediato, el corazón latiéndole con fuerza. No entendía por qué, pero una sensación de angustia se apoderó de su pecho.
—¿Quién es usted? —preguntó con frialdad, aunque la respuesta