ANTES DE INICIAR CABE ACLARAR QUE ESTA HISTORIA PERTENECE A LOS HIJOS DE LA HISTORIA CONTRATO DE AMOR, ESCRITA POR MI Y QUE SE ENCUENTRA EN EL PERFIL. NO OBSTANTE, NO ES NECESARIO LEER ESA HISTORIA YA QUE NO ESTAN CONECTADOS. El casino Volkov brillaba bajo las luces doradas de las arañas de cristal. La música de jazz suave flotaba en el aire, mezclándose con el sonido de las fichas deslizándose sobre las mesas y el tintineo de las copas de whisky caro. Era un lugar exclusivo, solo para la élite de Rusia, un refugio para los hombres más peligrosos del país. Katerina Volkov caminaba entre las mesas de póker y ruleta con la gracia de una reina en su palacio. Su vestido negro de seda resaltaba su figura esbelta, y sus ojos de un azul profundo analizaban cada movimiento con cautela. No pertenecía a este mundo de apuestas y traiciones, pero su padre, Sergei Volkov, la había traído esta noche por un motivo que aún no comprendía. Desde el otro lado del casino, un hombre la observaba. Aa
El silencio en el casino era sofocante. Katerina Volkov apenas podía sostenerse en pie, su cuerpo tembloroso era incapaz de asimilar la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Su padre la había entregado. Su propio padre la había vendido como si fuera un mero peón en su juego de poder. Aaron Morgan se giró hacia uno de sus hombres, un guardaespaldas de rostro pétreo vestido con un impecable traje negro. —Lleven todas sus pertenencias a mi residencia —ordenó con su tono frío y autoritario digno de un Rey. Los hombres asintieron y, sin vacilar, salieron del casino para cumplir la orden. Katerina sintió su estómago revolverse. —No. —Su voz se quebró mientras se aferraba al brazo de su padre, como si su toque pudiera traer de vuelta el hombre que alguna vez creyó que la protegería, al hombre que cuando había dado sus primeros pasos la aplaudia y estaba orgulloso de ella, el mismo hombre que cuando se caía ahí estaba para levantarla —. Padre, por favor. No lo hagas – ella suplicaba con
El viaje en el avión privado de Aaron Morgan fue una tortura silenciosa. Katerina Volkov no pronunció ni una sola palabra. Se mantuvo sentada, con la espalda rígida y las manos apretadas sobre su regazo, observando con resentimiento el horizonte que se extendía más allá de la ventanilla. Las luces de la ciudad se desdibujaban bajo ellos, y con cada milla que avanzaban, Katerina sentía que su vida quedaba más y más atrás. Su hogar. Su país. Su libertad. Todo se desvanecía, y lo único que la esperaba era un futuro incierto en manos de un hombre al que odiaba con cada fibra de su ser. Intentó calmarse, respirar, encontrar un atisbo de control en una situación en la que no tenía ninguno. Pero era imposible. La desesperación la devoraba desde dentro, la sensación de encierro se hacía cada vez más insoportable. Estaba atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar. Aaron, por su parte, no parecía afectado en absoluto. Se recostaba con arrogancia en su asiento, bebiendo whisky
La mansión Morgan era imponente, con sus altos ventanales y su arquitectura majestuosa, pero para Katerina Volkov era una prisión disfrazada de lujo.Cuando entró a la elegante sala, sus pasos resonaron sobre el mármol frío. Su alma estaba tan destrozada como su dignidad.Frente a ella, Alicia Morgan—la matriarca de la familia— la observaba con una mezcla de curiosidad y cautela. Junto a ella, las tres jóvenes Morgan también fijaban la mirada en Katerina.Alicia fue la primera en hablar.—Siéntate, querida. Debes estar agotada.Pero Katerina no lo soportó más. Estaba harta de que todos actuaran como si ella estuviera allí por voluntad propia.—¡No me llames querida! —su voz temblaba de rabia y desesperación—. No debería estar aquí, ustedes no entienden nada.Las cejas de Alicia se arquearon con sorpresa.—¿Qué intentas decirnos?Katerina cerró los ojos un instante, tratando de calmar su respiración, pero no había calma posible.—Aaron Morgan me compró.El silencio cayó sobre la habita
La mañana llegó demasiado pronto. Katerina apenas había dormido, atormentada por la pesadilla en la que se había convertido su realidad. Cuando los golpes en la puerta resonaron, su cuerpo se tensó de inmediato. —Señorita Volkov —anunció uno de los guardaespaldas desde el otro lado—. Debe prepararse. Prepararse. Las palabras sonaban como una sentencia. No tardó mucho en comprender lo que eso significaba. Aaron Morgan la iba a llevar al registro civil. Un acto tan hermoso que se volvió tan espantoso para ella. Iban a casarse. El peso de aquella verdad la hizo sentir mareada. No tenía elección. No tenía escapatoria. Katherine subió al vehículo con pasos lentos, casi como si cada uno pesara una tonelada. El metal frío de la puerta contra su mano le pareció un augurio: nada en ese día tenía calidez. Se sentó en el asiento trasero sin mirar al conductor. No lo conocía, y francamente, no le importaba. Sólo era otro engranaje más en la maquinaria que la arrastraba hacia
La noche había llegado, el gran salón de la Mansión Morgan resplandecía con lujo y poder, grandes amigos y socios Comerciales estaban allí.Candelabros de cristal iluminaban el mármol pulido, mientras los invitados, miembros influyentes de la alta sociedad y de los negocios, conversaban con copas de vino en la mano tratando de alagar con cada segundo que pasaba a Alessandro que se encontraba observando a sus hijas y a su esposa que descienden por las escaleras.Pero Katerina se sentía fuera de lugar aunque había participado en varias cenas con su padre, esto se sentía muy diferente para ella.La nueva integrante de la Familia Morgan vestía un elegante vestido negro, ceñido a su figura, pero no podía evitar sentir que aquella ropa no era suya.No pertenecía a ese mundo.No quería pertenecer a ese mundo, ella quería ser libre, pero sabe que aquello ahora nada más es un sueño muy lejano e imposible de alcanzar.A su lado, Aaron estaba impecable, con un traje negro hecho a la medida, su p
La noche cayó sobre la Mansión Morgan, envolviendo la propiedad en un silencio pesado, Katerina extrañaba Rusia, pero también estar lejos de su padre era un poco de calma para ella, aunque no pertenece en su totlaidad al mudno de su padre, sabía perfectamente como funcionaba aquello. Había un poco de lluvia afuera.Katerina observaba a través del cristal empañado de la ventana, con la mirada perdida en un horizonte que parecía tan lejano como inalcanzable. Afuera, la lluvia caía con una cadencia tranquila, como si el cielo llorara por ella. Dentro de la enorme casa, el silencio era espeso, cargado de una tensión constante, como si en cualquier momento algo pudiera estallar.Pensaba en cómo sería su vida si no hubiera nacido siendo hija de un hombre de la mafia. Se imaginaba caminando por las calles de Roma, con un vestido ligero ondeando con la brisa del verano, un helado en una mano, y un cuaderno lleno de ideas y sueños en la otra. Quizá estaría estudiando arte, o tal vez historia,
Katerina se quedó inmóvil, con el cuerpo tembloroso, mientras las palabras de Aaron aún resonaban en su mente.—No voy a llevarte a Rusia.El aire en la habitación se sentía sofocante.Pero ella no podía aceptar ese destino.No cuando su padre acababa de morir.No cuando sentía que lo único que le quedaba de su vida anterior estaba siendo arrancado de su ser.—No puedes hacerme esto —dijo con la voz temblorosa—. Tengo que ir a Rusia, Aaron. Es mi derecho. Por favor, despedirme de mi padre.Aaron la observó en completo silencio.Su expresión era gélida, impenetrable. Sus facciones masculinas estaban totalmente endurecidas.—No tienes derecho a nada.Katerina abrió los ojos con sorpresa y dolor.—¿Qué… qué estás diciendo?Aaron dio un paso hacia ella, su imponente presencia haciéndola sentir aún más pequeña.—Tu vida ya no está en Rusia, Katerina. Sergei te vendió a mí.Su voz fue tajante, sin espacio para dudas.Katerina retrocedió un paso, sintiendo cómo el aire le faltaba.—Eso no es