El sonido de la respiración agitada de Katerina llenaba el sótano mientras se apresuraba a soltar las ataduras de Aaron. Su rostro estaba cubierto de sangre y golpes, pero sus ojos azules, aunque nublados por el dolor, brillaron cuando la vio.
—¿Katerina? —su voz sonó ronca, incrédula.
—Voy a sacarte de aquí, Aaron —susurró ella, luchando contra los nudos con manos temblorosas.
Pero justo cuando logró liberar una de sus muñecas, un sonido metálico resonó a sus espaldas. La puerta del sótano se abrió de golpe y un hombre armado entró.
—¡ALTO!
Rustem reaccionó antes que nadie. Se lanzó contra el guardia con una velocidad brutal, acuchillándolo en el cuello antes de que pudiera disparar. Pero la alarma ya estaba dada.
—¡Nos descubrieron! —gruñó Rustem, girando hacia Katerina—. ¡Termina rápido!
Katerina se apresuró a soltar la otra muñeca de Aaron.
—¿Puedes ponerte de pie? —preguntó desesperada.
Aaron soltó un gemido de dolor, pero con el apoyo de Katerina y Rustem, logró incorporarse. Su