El sol del mediodía brillaba sobre la mansión en Cuba, filtrando sus rayos a través de los ventanales. Alicia Michelle se encontraba en la terraza, disfrutando de un desayuno tardío mientras terminaba su llamada con Marcus.—Te llamaré más tarde, cariño —dijo con un suspiro—. Hoy ha sido un día tranquilo, lo cual es extraño con todo lo que está pasando.Se despidió y dejó el teléfono a un lado, removiendo el café con indiferencia.Sin embargo, algo en el ambiente la inquietaba.Miró alrededor.Faltaba alguien.Katerina.Era extraño que no estuviera allí a esa hora.Desde que llegó a Cuba, la rusa se había mantenido en un estado de angustia constante, esperando cualquier noticia de Aaron. Normalmente, Katerina era la primera en aparecer en la mesa, aunque fuera solo para beber un poco de té.Alicia Michelle pensó que tal vez había decidido dormir más.—Déjala descansar —murmuró para sí misma, convencida de que no debía preocuparse.Pero a medida que avanzaban las horas, la inquietud se
El frío de Rusia calaba hasta los huesos, pero el frío dentro de Katerina era mucho peor.Habían pasado dos días desde que llegó a Moscú, dos días en los que no había hecho más que prepararse para lo peor. El grupo de Rustem estaba listo para moverse, pero aún no tenían una ubicación exacta de Aaron. Solo rumores, solo pedazos de información que los llevaban en círculos.La desesperación comenzaba a carcomerla.Cada noche, Katerina dormía solo un par de horas, atormentada por la misma imagen: Aaron, solo, golpeado, muriendo lentamente en alguna celda oscura mientras ella perdía el tiempo.La voz de Vikram resonaba en su mente con una pesadilla."¿Crees que llegarás a tiempo?"Se despertó en la madrugada con el corazón acelerado.—No puedo esperar más.Se levantó de golpe, sin importarle que su cuerpo estuviera agotado. Se puso el abrigo y salió al pequeño taller donde Rustem y su gente discutían un mapa, todos estaban dispuestos por ella, porque saben que Sergei fue leal a la Mafia si
El viento helado de Rusia cortaba la piel como cuchillas invisibles mientras Katerina se mantenía pegada a la sombra de los muros de hormigón de la base de Vikram. La nieve bajo sus botas crujía con suavidad, pero no lo suficiente como para alertar a nadie.Rustem, su inesperado aliado en esta locura, avanzaba unos pasos por delante, con la postura tensa y el arma lista. Katerina apenas podía creer que habían llegado tan lejos sin ser detectados. Habían pasado días planeando cada movimiento, cada distracción, cada acceso a los puntos ciegos de seguridad. Pero aun así, sabía que el peligro acechaba en cada rincón.El edificio principal de Vikram se alzaba imponente ante ellos. Un monstruo de concreto, diseñado para ser inexpugnable. Y sin embargo, estaban dentro.Habían logrado infiltrarse gracias a la arrogancia de Vikram.Después de haber capturado a Aaron, el líder criminal se había confiado, creyendo que nadie se atrevería a desafiarlo en su propio terreno. Su foco estaba en Alessa
El sonido de la respiración agitada de Katerina llenaba el sótano mientras se apresuraba a soltar las ataduras de Aaron. Su rostro estaba cubierto de sangre y golpes, pero sus ojos azules, aunque nublados por el dolor, brillaron cuando la vio.—¿Katerina? —su voz sonó ronca, incrédula.—Voy a sacarte de aquí, Aaron —susurró ella, luchando contra los nudos con manos temblorosas.Pero justo cuando logró liberar una de sus muñecas, un sonido metálico resonó a sus espaldas. La puerta del sótano se abrió de golpe y un hombre armado entró.—¡ALTO!Rustem reaccionó antes que nadie. Se lanzó contra el guardia con una velocidad brutal, acuchillándolo en el cuello antes de que pudiera disparar. Pero la alarma ya estaba dada.—¡Nos descubrieron! —gruñó Rustem, girando hacia Katerina—. ¡Termina rápido!Katerina se apresuró a soltar la otra muñeca de Aaron.—¿Puedes ponerte de pie? —preguntó desesperada.Aaron soltó un gemido de dolor, pero con el apoyo de Katerina y Rustem, logró incorporarse. Su
El tic-tac del reloj en la pared era el único sonido que rompía el silencio en la habitación del hospital. La suave luz del atardecer se filtraba por la ventana, tiñendo de dorado las sábanas blancas que cubrían el cuerpo inmóvil de Aaron Morgan.Katerina estaba sentada junto a la cama, su mano sosteniendo con ternura la de su esposo. Sus dedos acariciaban la piel cálida, sintiendo el pulso débil que aún latía bajo su tacto.Seis meses.Seis meses desde aquel día en Rusia. Desde que el mundo de Katerina se detuvo cuando vio a Aaron desplomarse en sus brazos. Desde que suplicó entre gritos y lágrimas que no la dejara.Seis meses de esperas interminables. De noches sin dormir. De miedo constante a que nunca volviera a abrir los ojos.Pero Katerina no se rindió. Se mantuvo firme a su lado, hablándole todos los días, contándole sobre el mundo que él aún no podía ver.Y ahora, mientras lo miraba, su corazón latía con una mezcla de amor y desesperación.—Aaron… —susurró, apretando su mano—.
El sonido rítmico de las olas rompiendo en la orilla acompañaba el murmullo del viento. La arena blanca y tibia se deslizaba entre los dedos de Katerina mientras sostenía en brazos a su pequeño Alexander, quien dormía plácidamente. La brisa marina jugaba con los rizos oscuros del bebé y movía suavemente el vestido ligero de su madre.A unos metros de ella, Aaron encendía una fogata con habilidad. Vestía una camisa de lino blanca, desabotonada en el cuello, y unos pantalones cortos que dejaban al descubierto las cicatrices en sus piernas, recordatorio de todo lo que habían pasado. Pero ahora, en este instante, no había guerra ni sombras, solo ellos tres, en paz.Katerina lo observó con una sonrisa suave, su corazón latiendo con una tranquilidad que no había sentido en años. Aún le parecía irreal que, después de tanto sufrimiento, pudieran estar allí, juntos, con su hijo entre ellos.Aaron se giró y la atrapó mirándolo. Su sonrisa ladeada la desarmó por completo.—Si sigues mirándome as
La catedral estaba iluminada con cientos de velas, reflejando su luz sobre los vitrales coloridos. El aroma a flores frescas impregnaba el aire, mientras una suave melodía de violines envolvía el lugar en un ambiente de ensueño.Aaron Morgan se encontraba de pie en el altar, vestido con un traje negro perfectamente ajustado a su figura. Su corbata de seda azul oscuro hacía juego con el tono de sus ojos verdes, los cuales brillaban con emoción y expectativa. Sus manos estaban entrelazadas frente a él, pero cualquiera que lo conociera sabría que era su forma de contener los nervios.Alicia, su madre, estaba sentada en la primera fila, sosteniendo al pequeño Alexander en sus brazos. El bebé, con sus ojos tan parecidos a los de Aaron, miraba a su alrededor con curiosidad, balbuceando suavemente, como si entendiera que aquel era un día especial.Marcus Aponte, el prometido de Alicia Michelle, se inclinó hacia Aaron con una sonrisa.—Respira, amigo. No vayas a desmayarte justo cuando tu esp
ANTES DE INICIAR CABE ACLARAR QUE ESTA HISTORIA PERTENECE A LOS HIJOS DE LA HISTORIA CONTRATO DE AMOR, ESCRITA POR MI Y QUE SE ENCUENTRA EN EL PERFIL. NO OBSTANTE, NO ES NECESARIO LEER ESA HISTORIA YA QUE NO ESTAN CONECTADOS. El casino Volkov brillaba bajo las luces doradas de las arañas de cristal. La música de jazz suave flotaba en el aire, mezclándose con el sonido de las fichas deslizándose sobre las mesas y el tintineo de las copas de whisky caro. Era un lugar exclusivo, solo para la élite de Rusia, un refugio para los hombres más peligrosos del país. Katerina Volkov caminaba entre las mesas de póker y ruleta con la gracia de una reina en su palacio. Su vestido negro de seda resaltaba su figura esbelta, y sus ojos de un azul profundo analizaban cada movimiento con cautela. No pertenecía a este mundo de apuestas y traiciones, pero su padre, Sergei Volkov, la había traído esta noche por un motivo que aún no comprendía. Desde el otro lado del casino, un hombre la observaba. Aa