Clara esperó a que Miguel saliera de casa para poner en marcha su plan. Había pasado la noche en vela, dándole vueltas a la idea que su madre le había propuesto. No podía dejar que Sofía siguiera tranquila en esa isla, no mientras Miguel aún mostrara el más mínimo interés en ella.
Con el corazón acelerado y una sonrisa ensayada, fue a buscar a Martín. Lo encontró a las afueras de su oficina, revisando unos papeles.
—Martín —lo llamó, fingiendo amabilidad y un poco de preocupación—, necesito hablar contigo.
Él levantó la vista, sorprendido por verla en su oficina. Eso no era propio de ella, además, estaba sin su bebé, lo que le hacía asumir que lo había dejado en casa.
—¿Estás bien? ¿Qué te trae por aquí?
—Es sobre Sofía —dijo, bajando la voz—. Necesito saber cómo contactarla.
Martín la observó con cautela, sin saber exactamente qué esperar de ella. Era como si algo le alertara de que sería una mala idea dejar que contactase con Sofía.
—¿Para qué quieres saber eso?
Clara suspiró de man