Al recibir la noticia, Miguel experimentó sentimientos encontrados; no sintió sorpresa ni alegría, sino una sensación de pérdida de control a medida que sentía que Sofía se alejaba cada vez más de él. Finalmente, guardó el teléfono, fingió una expresión de sorpresa y tomó la mano de Clara mientras se dirigían al lugar de la ceremonia.
—Hoy empieza una nueva etapa para nosotros, mi amor —dijo ella en voz baja, buscando su mirada con una sonrisa que parecía más forzada que emocionada—. Nuestro hijo crecerá viendo cómo sus padres se aman y construyen una vida juntos. No hay nada más importante que eso.
Sus palabras lo atravesaron con un peso extraño. Miguel se obligó a devolverle una pequeña sonrisa en un gesto de asentimiento, aunque por dentro la frase solo hacía que sus pensamientos regresaran a Sofía. Un hijo. La idea se le clavaba en el pecho, no como un motivo de alegría, sino como una trampa de la que no podía salir.
Clara, caminaba a su lado sin soltar su mano, se inclinó un poco