Sofía soltó un pequeño suspiro al verlo. Por un lado, estaba aliviada de haberlo encontrado, pero el otro, estaba frustrada al ver cómo siempre terminaba en peleas. Se acercó con suavidad y le tocó el hombro para hacerle saber que estaba ahí. Luego, tomó su brazo para comenzarlo a alejar del lugar.
—Me disculpo en su nombre —susurró mirando tanto al dueño del bar como al resto de los clientes—. ¿Me puede dar la cuenta, por favor?
Mientras se la traían la cuenta, Sebastián se giró bruscamente a su dirección, la miraba con ojos llanos de furia, quizá no solo se debían al alcohol, sino al dolor que tenía en su interior.
—¡¿Qué te dije que no intervenir en mi vida?! ¡No tienes nada que hacer aquí! —jadeó con molestia.
Estuvo a punto de soltarse con brusquedad del agarre de Sofía, pero, al verla, al ver su respiración agitada, su cabello un poco desordenado y la manera en la que su mano se apoyaba en su espalda, intentando aliviar el cansancio que su vientre que ya estaba creciendo le ocas