La mañana llegó y, con esto, también Miguel regresó luego de haber pasado la noche con Clara. Lo primero que notó que faltaba era el aroma a lavanda, el favorito de Sofía, el cual inundaba el lugar justo cuando ella se levantaba. Por eso mismo, se dirigió a la habitación, solo para encontrarse la cama perfectamente hecha.
Caminó al jardín, el lugar en que ella acostumbraba a estar para disfrutar de la luz solar, peor, tampoco estaba ahí. Su ceño se frunció un poco y asumió que ella seguía molesta, por lo que sucedió en la noche.
—La señora salió en la noche, sus padres la recogieron —avisó el encargado de la seguridad.
Miguel asintió soltando un suspiro. Eso lo confirmaba, ella debía estar enfurecida con él sin considerar la situación de Clara, y, como consecuencia de su orgullo, se fue a casa de sus padres.
Sabía que lo que hizo en la noche era realmente excesivo, con toda la razón del mundo ella tenía derecho a estar molesta. Con cansancio se frotó el entrecejo, por lo que se daría