Miguel no apartó los ojos de Clara. Su postura era rígida, tenía los hombros tensos, la respiración apenas y la podía controlar con esfuerzo. Clara permanecía inmóvil también, como si midiera cada movimiento, cada palabra que estaba a punto de soltar.
—Dime la verdad —repitió Miguel, sin ceder—. No voy a repetirlo otra vez.
Clara entreabrió los labios, pero no salió sonido. Él esperó porque no buscaba escenas, no buscaba llanto; buscaba respuestas. Clara bajó la mirada, apretó los dedos contra la tela de su vestido y soltó un suspiro tembloroso.
—Miguel… yo no quería… no sé cómo decir esto… —Su voz se quebró, pero él no reaccionó.
—Dilo —insistió, sin subir el tono.
Ella levantó el rostro de golpe, con lágrimas ya formándose. Su respiración se volvió inestable y se llevó una mano a la boca como si estuviera conteniendo un sollozo.
—Yo fui víctima de una violación —soltó de pronto, dejando caer las palabras entre temblores—. Durante el tratamiento… cuando estaba más débil… alguien entr