Maximilien se detuvo en el marco de la puerta, apretando los puños con fuerza mientras clavaba la mirada en Gracia.

—Dime, ¿hasta cuándo voy a tener que seguir durmiendo en el cuarto de invitados? —preguntó con voz tensa—. ¿No crees que ya ha pasado demasiadas noches separados?

Gracia se volvió lentamente hacia él y negó con la cabeza.

—No, no ha sido suficiente... De hecho, lo he estado pensando mejor, Maximilien, y creo que lo mejor será que nos divorciemos. —replicó ella con frialdad.

El rostro de Maximilien perdió el color al escucharla. Dio un par de pasos hacia ella, incrédulo.

—Gracia... preciosa, ¿qué estás diciendo? No puedes estar hablando en serio.

—¡No te acerques! —espetó ella, con la voz temblorosa de rabia—. ¡Eres un controlador! Y no quiero eso en mi vida. Me prohibiste salir, me cuestionaste por hablar con otras personas, dudaste de mí sin razón... Y eso no lo puedo perdonar. He sido leal contigo, siempre.

—Gracia, estás exagerando... Te he pedido perdón, varias veces