CAPÍTULO 48
El silencio que siguió fue tan intenso que parecía retumbar en las paredes de la habitación. Andrey se quedó de pie junto a la puerta, el umbral entre él y Luna marcando una línea invisible, poderosa, como si su sola presencia desestabilizara el aire.
Luna estaba sentada con dificultad, aún pálida y débil. Su pecho subía y bajaba con esfuerzo, y el temblor de sus dedos no podía ocultarse, entonces miró a Andrey, pero no habló.
—Sal —repitió Alex con más fuerza—. No deberías estar aquí.
Andrey no se movió. Su mirada estaba clavada en Luna, no en su supuesto enemigo, mientras que sus ojos eran dos tormentas quietas, porque se estaba conteniendo demasiado.
—Luna… —Su voz fue más suave que un suspiro, pero ella bajó la mirada.
—Sal —intervino Abril ahora, colocándose entre ellos—. Por favor, déjala descansar.
—Necesito hablar con ella —dijo Andrey con una voz que ya no era de acero, sino de herida.
—No —respondió Alex—. No después de lo que hiciste.
—¿Qué fue lo que hice? —esp