CAPÍTULO 47
El chirrido agudo de las ruedas de la camilla resonaba por los pasillos blancos del hospital y Andrey, con el rostro endurecido por la rabia y la culpa, caminaba junto a los paramédicos que trasladaban a Luna inconsciente. Su cuerpo estaba cubierto por una manta, pero se notaban los vendajes improvisados en el brazo y la pierna y la sangre aún manchaba su piel pálida.
Entonces una enfermera se acercó con rapidez.
—¿Es usted un familiar directo?
Andrey alzó la mirada y sus ojos grises ardían.
—Soy su prometido —dijo con voz firme—. Pero contactaré a su familia.
La mujer asintió, revisando los datos con eficiencia.
—Tiene múltiples cortes superficiales por el cristal, una contusión leve en la sien, ahora vamos a pasarla a observación.
—¿Estará bien?
—Lo estará pronto.
Dicho eso, Andrey caminó por el pasillo, sacó su teléfono y marcó el número de Denzel.
—¿Señor?
—Denzel, llama a los hermanos de Luna. Dale la ubicación que te estoy pasando en un mensaje, y diles que vengan pr