Luna apoyó la frente en el marco de la puerta, apenas cerró tras de sí. Su pecho subía y bajaba con lentitud, como si necesitara reconectarse con la Tierra antes de dar un paso más.
Se rio… Se rio bajito, como quien descubre un chiste absurdo en medio del colapso.
—Buscar su nombre en Internet… —murmuró mientras caminaba hacia la cocina—. ¡Claro que sí, Luna! Como si Andrey Launder, nacido en 1500, con ojos que brillan como soles moribundos, tuviera cuenta en LinkedIn. ¿Qué digo? No sé si realmente nació en 1500, solo dijo que lo entraron a este mundo o algo así…
Ella soltó un bufido, y se sirvió una copa de vino, una botella que rara vez tocaba, pero tenía los nervios en el alma. Ella se fue a su habitación, y buscó su pequeña laptop, para abrirla, dejándose caer en la cama.
La tensión en su cuerpo era mucha, pero no podía seguir con la incertidumbre, aunque no sabía si esto la ayudaría.
Tecleó como si aún creyera en los milagros digitales:
“Errantes en la Tierra, seres espirituales