CAPÍTULO 20

Andrey no parpadeó.

Durante toda la noche, su cuerpo permaneció en la misma posición, recostado contra el respaldo, con la mirada fija en Luna dormida. Cada vez que su pecho subía al inhalar, él lo sentía como si fuera suyo. Cada vez que un mechón de cabello se le deslizaba por la frente, él lo observaba caer como si fuera un presagio.

La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por el resplandor lejano de la luna que apenas se filtraba entre las nubes. No había ruidos, ni había mundo, solo el cuerpo de Luna… y el deseo insoportable de Andrey por fundirse con él.

La contemplaba con una devoción rota. Podía ver cada poro de su piel, cada curva mínima de sus labios, cada pestaña temblando con los sueños que ella no compartía, pero él sí los sentía.

Cada ascenso de su pecho se le clavaba como un metrónomo en carne viva; cada pulso que palpitaba bajo la piel fina de su cuello sacudía el suyo, exánime.

Estaba exhausto, con la boca seca, los músculos tensos, las pupilas dilatadas, hast
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