CAPÍTULO 19
El silencio posterior a aquella frase fue tan espeso que Luna sintió un leve zumbido en los oídos, como si el aire se negara a circular. Sostuvo la mirada de Andrey mientras intentaba calmar la tormenta en su pecho, pero la tensión que los rodeaba era casi visible: una corriente cargada que chisporroteaba entre ambos.
—Andrey… —susurró.
No supo qué añadir. «Te creo», «te quiero conmigo», «te temo»… Todas las frases le parecieron demasiado pequeñas.
Entonces él se pasó una mano por el cabello, un gesto raro en él, casi humano. Las hebras, oscuras y revueltas, dejaron entrever la tensión que martilleaba bajo su piel.
—Siéntate —dijo al fin, con voz grave.
Luna obedeció y se dejó caer en un sofá de piel y sintió cómo su pulso vibraba en los oídos cuando Andrey se arrodilló delante de ella.
Automáticamente, ella volvió a tomar su mano, porque, aunque le ardía la muñeca con fuerza, no quería que él lo supiera y se alejara.
—Déjame ver la quemadura —Andrey pidió con una mirada q