El pasillo del hospital estaba en silencio, como si el mundo contuviera el aliento.
Las luces blancas no lograban borrar la sombra que se había instalado en el pecho de Noah.
Sentado frente a la puerta quirúrgica, aún escuchaba las palabras de Oliver resonando en su cabeza.
*Cada segundo que dudas… James sangra un poco más.*
Isabelle se acercó despacio.
Sus pasos eran suaves, pero su mirada firme.
—¿De verdad vas a dejar que muera? —preguntó, sin levantar la voz, pero con cada palabra cargada de urgencia.
Noah cerró los ojos un instante.
Suspiró.
—No lo haré.
No podría… aunque quisiera.
Isabelle se inclinó un poco más cerca.
—Entonces ve con Oliver.
Haz lo que tienes que hacer.
Noah se levantó sin decir más.
Sus pasos eran pesados, pero decididos.
Entró por la puerta que Oliver había cruzado minutos antes.
Isabelle se quedó sola en el pasillo.
Pero no por mucho.
Beatrice llegó apresurada, con el rostro desencajado.
—¿Qué pasó? ¿Dónde es