El Audi avanzaba por la carretera con el motor apenas audible. Noah conducía con una mano en el volante, la otra apoyada en la ventanilla. James iba en silencio, mirando el paisaje que ya conocía de memoria.
—¿Sabes para qué quiere vernos? —preguntó Noah, sin apartar la vista del camino.
James suspiró.
—Creo que es por Leah y Alex. Los conoció hace dos días… y no lo tomó bien.
Noah frunció el ceño.
—¿Entonces ya sabe que me divorcié de Isabelle?
—Sí. Beatrice se lo dijo.
Noah asintió, sin sorpresa.
—Perfecto. Entonces esto no será una charla de domingo.
Al llegar a la mansión Moore, ambos bajaron del auto con paso firme. La fachada imponente parecía más fría que de costumbre. Al entrar, Noah se dirigió a una de las empleadas.
—¿Ha visto a mi padre?
—Está en el estudio del joven James —respondió ella, con tono neutro.
Ambos asintieron y caminaron por el pasillo en silencio. Al abrir la puerta del estudio, encontraron a Gregory de pie junto al escritorio, con los