El centro comercial estaba animado, con luces suaves y vitrinas llenas de trajes diminutos que parecían sacados de una pasarela infantil. Leah caminaba entre Isabelle y James, saltando de emoción. Ya tenía su vestido, el que James le había regalado antes de saber que era su hija, y ahora era el turno de Alex.
Camille se había despedido minutos antes, diciendo que iría a visitar a Oliver. Isabelle le había deseado suerte con una sonrisa cómplice.
Mientras se dirigían a una tienda especializada en ropa de ceremonia para niños, una voz familiar los detuvo.
—¡Ey! Justo a quienes quería ver —dijo Noah, acercándose con una sonrisa amplia. A su lado caminaba Celeste, elegante como siempre, con una mirada curiosa.
—Niños, les presento a Celeste —dijo Noah, señalándola con orgullo.
Leah la miró con atención.
—¿Eres nuestra tía?
Noah soltó una carcajada.
—Todavía no. Pero si me ayudan a convencerla… podría ser más fácil para mí.
Alex se cruzó de brazos, pensativo.
—¿Convence