La habitación de Isabelle estaba en penumbra, iluminada solo por la luz cálida que se filtraba desde la lámpara del tocador. Sentada en el borde de la cama, con las manos entrelazadas sobre el regazo, parecía más una figura detenida en el tiempo que una mujer a punto de partir.
Camille y Lucie estaban frente a ella, inquietas, con los rostros marcados por la preocupación.
—¿Qué pasó, Belly? —preguntó Camille, con voz suave—. ¿Por qué Jonathan dijo que te llevaría esta noche?
Isabelle tardó en responder. Cuando lo hizo, su voz era baja, como si cada palabra pesara más de lo que podía sostener.
—Lo sabe todo. El proyecto, los planes, la división de poder… y lo que eso significaría para él. No quiere perder el control. Y mientras yo esté casada con Noah, su empresa sigue intacta.
Lucie se cruzó de brazos, indignada.
—Entonces te está usando como escudo. Como garantía.
—Exactamente —respondió Isabelle, sin levantar la mirada.
Camille se acercó, se sentó junto a ella y le t