La mansión Moore estaba en silencio cuando James e Isabelle llegaron. El sol de media mañana se filtraba por los ventanales, proyectando sombras suaves sobre los pasillos. Ambos subieron a sus habitaciones sin decir mucho, aún envueltos en la calma que quedaba de la fiesta.
Isabelle se duchó rápido, el agua tibia ayudando a despejar la inquietud que el mensaje de su padre había dejado en su pecho. Al salir, eligió un conjunto sobrio pero elegante, como si el atuendo pudiera darle control sobre lo que no entendía.
James, desde su estudio, revisaba algunos documentos del proyecto. Cuando Isabelle entró, él alzó la vista.
—¿Tienes tiempo para repasar lo de la presentación? —preguntó.
—Cinco minutos. Luego tengo que salir.
Se sentaron juntos, revisando los últimos ajustes del plan que, en poco más de un mes, cambiaría el equilibrio de poder en Hartley Enterprises. Isabelle hizo un par de anotaciones, James corrigió una cifra, y luego cerró la carpeta.
—¿Quieres que te lleve?
—Sí. P