La mañana en la mansión Moore era fresca, con el jardín aún cubierto por la sombra de los árboles altos. James estaba sentado en la mesa de piedra, con un vaso de whisky en la mano. El hielo se había derretido casi por completo, pero él no parecía notarlo.
Noah lo vio desde la galería y se acercó con paso tranquilo.
—¿Whisky a esta hora? —bromeó, tomando asiento frente a él—. ¿No era café lo que te hacía funcionar por las mañanas?
James giró el vaso entre los dedos.
—Hoy necesitaba algo más fuerte.
Noah lo observó en silencio por un momento. Luego habló con voz baja.
—Sobre lo de anoche… lo siento. No fue planeado. No debiste verlo así.
James le dio otro trago al whisky, sin mirar directamente.
—No tienes que disculparte por eso.
El silencio se instaló entre ellos, pesado pero no hostil.
—Son esposos —añadió James, con tono neutro—. Compartir una cama es parte del contrato, ¿no?
Noah no respondió. No había forma de suavizar esa frase.
En ese momento, Isabelle a