La sala de juntas de Janix M Group en Berlín era impecable. Cristal, acero, silencio. James estaba de pie al final de la mesa, con la chaqueta colgada en el respaldo de su silla y las mangas de la camisa arremangadas. Había dirigido la reunión con precisión, sin perder tiempo en cortesías innecesarias.
Los ejecutivos comenzaron a salir, intercambiando saludos y promesas de seguimiento. Solo Elena Voss se quedó atrás.
—Impresionante como siempre —dijo, acercándose con una sonrisa que no era del todo profesional.
James cerró su carpeta sin mirarla directamente.
—Gracias. Fue una reunión productiva.
Elena se apoyó en el borde de la mesa, cruzando los brazos con elegancia.
—Te he visto en varias juntas últimamente. Siempre entras, presentas, y desapareces. Como si Berlín fuera solo una sala de espera entre vuelos.
James alzó una ceja, sin responder.
—Deberías salir —continuó Elena—. Esta ciudad tiene más que contratos y cafés amargos. Tengo amigos que estarán en un bar est