La mansión estaba vestida de gala. Las luces cálidas iluminaban el jardín, donde mesas perfectamente dispuestas recibían a los invitados. Música de cuerdas flotaba en el aire, y el aroma de la cena recién servida se mezclaba con el perfume de las flores blancas que Jonathan había elegido personalmente.
Isabelle y Noah caminaban entre los presentes con una familiaridad que no necesitaba explicaciones. No eran pareja en el sentido tradicional, pero compartían algo más profundo: años de complicidad, secretos, silencios, y decisiones que los habían atado más allá del deseo.
La comida transcurrió sin incidentes. Risas, brindis, comentarios sobre arte y negocios. Pero todos sabían que el momento central aún no había llegado.
Cuando los platos fueron retirados y las copas llenadas de nuevo, James se levantó. Su presencia, aunque discreta, captó la atención de inmediato. Vestía sin corbata, como había prometido, pero con una elegancia que no necesitaba accesorios.
Se acercó al micrófo