Noah llegó a la mesa con pasos firmes, pero Isabelle lo recibió con una mirada que no era del todo cálida.
—¿Todo bien? —preguntó ella, alzando una ceja.
—Sí —respondió él, tomando asiento a su lado—. Adrien no volverá a molestarte.
Isabelle giró ligeramente el rostro, como si el comentario le hubiera rozado una fibra incómoda.
—¿Molestarme? Porque por primera vez en días, alguien me hizo reír.
Noah frunció el ceño, pero no respondió. Su mano se posó sobre la de ella, con una firmeza que no pedía permiso.
Mientras tanto, James seguía en la barra. No se había movido, ni siquiera cuando Noah se alejó. Camille se acercó, con una copa en la mano y una sonrisa que no era del todo amable.
—Noah ya está jugando su carta —dijo, apoyándose junto a él—. ¿Vas a seguir esperando tu turno?
James no la miró de inmediato. Observaba a Isabelle desde lejos, como si cada gesto suyo fuera una clave que aún no descifraba.
—No quiero que me elija por rabia —respondió al fin—. Quiero que