120

James caminaba sin rumbo fijo por los senderos del jardín, sus botas deportivas hundiéndose levemente en la grava húmeda. El aire fresco de la mañana le despejaba, pero no le quitaba el nudo en el pecho.

Se detuvo junto a uno de los setos más altos, observando las gotas de rocío resbalando por las hojas, cuando escuchó pasos firmes acercándose.

—Vaya… temprano para ti, ¿no crees? —la voz de Noah rompió el silencio.

James no se giró de inmediato, pero su espalda se tensó.

—Solo necesitaba aire.

Noah se detuvo a pocos metros, vestido con pantalones oscuros y una camiseta ajustada que marcaba su físico. En la mano llevaba una taza de café que, por alguna razón, parecía disfrutar más de lo habitual.

—Yo pensé que eras más de beber whisky al amanecer que de caminar por el jardín —comentó con un tono que no era burlón, pero tampoco neutro.

James lo miró apenas por encima del hombro.

—Y yo pensé que eras más de dejar dormir a las personas en paz.

Noah sonrió de lado, como s
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