El pasillo estaba en penumbra, iluminado apenas por la luz cálida de las lámparas de pared. Isabelle avanzaba hacia su habitación, pero antes de llegar, una mano firme la sujetó del brazo.
Noah la acorraló contra la pared, dejando apenas unos centímetros entre ellos.
—Dejamos algo pendiente en el comedor —susurró, antes de besarla sin darle tiempo a responder.
Isabelle sintió cómo la presión de su cuerpo contra el suyo aumentaba, pero el momento se interrumpió cuando una voz conocida habló desde unos metros atrás.
—Consíganse una habitación —dijo James, con un tono seco, casi indiferente.
Noah se giró, sin apartar del todo su cuerpo de Isabelle.
—¿Celoso?
James esbozó una sonrisa fría.
—No. Porque siempre seré yo el primer hombre que la tocó.
El silencio se volvió denso. Noah estaba a punto de responder, pero Isabelle se adelantó.
Con una sonrisa coqueta, tomó a Noah por la camisa y tiró suavemente de él hacia sí.
—Aunque él haya sido el primero… eres tú quien pu