El tintineo de la porcelana contra la bandeja de plata fue el único sonido que Zeynep pudo producir sin que se le quebrara la voz. Había preparado el té en la cocina no solo como una cortesía, sino como una excusa para ganar tiempo, para recomponer su máscara de serenidad que Carlos había agrietado con solo dos palabras: "Señora Seller".
Entró en la sala con pasos medidos. El aroma a bergamota y té negro llenó el espacio, una fragancia reconfortante que contrastaba con el nudo de alambre de púas que sentía en el estómago.
—Aquí tienen —dijo Zeynep, depositando la bandeja sobre la mesa de centro. Su mano tembló imperceptiblemente al servir la primera taza—. Té caliente para el frío.
—Oh, gracias, querida —dijo Selim, aceptando la taza con una sonrisa agradecida—. Justo lo que necesitaba.
—De nada, señora —respondió Zeynep, sirviendo otra taza y dejándola disponible.
Se sentó en el borde de un sofá individual, lejos del centro de la acción, cruzando las piernas y alisando su falda compu