Zeynep sintió que se desmayaba. Kerim se quedó mirando a Carlos, analizando la forma en que miraba a su esposa: con familiaridad, con deseo oculto, con un secreto compartido. Sintió una punzada de celos violenta, caliente y oscura. Apretó los puños a los costados, pero la etiqueta y la presencia de su padre le impedían golpear al invitado.
Baruk, ajeno a la corriente subterránea de tensión, aplaudió una vez.
—Bueno, el mundo es pequeño, en efecto. Vamos, Carlos. Hablemos en el estudio. Tengo un whisky de 18 años que quiero que pruebes mientras te explico unos cambios en la empresa.
—Con gusto, Baruk.
Carlos hizo una leve inclinación de cabeza hacia Zeynep, una despedida que parecía más una amenaza: Hablaremos luego.
—Permiso —dijo Carlos.
Baruk y Carlos se retiraron hacia el estudio, cerrando las puertas de roble tras de sí.
El silencio que dejaron fue ensordecedor.
Kerim se giró hacia Zeynep de inmediato. La tomó por los hombros, buscándole la cara.
—Zeynep... —dijo Kerim, escrutando