Capitulo 2.
Flashback. En el pasado Hace dieciocho años. La niña avanzaba con sigilo por el pasillo, sus pequeños pasos resonando en la quietud del ambiente. Las zapatillas negras de Nina parecían absorber el sonido de sus pisadas, como si estuviera flotando sobre el suelo. En sus brazos, sostenía una pequeña paloma malherida, llena de tristeza y compasión. Al llegar a la puerta, Nina posó su mano derecha en la perilla y la giró con cierta dificultad. La puerta se abrió con un chirrido agudo, anunciando su llegada al coronel Odera. Él se levantó de su silla, iluminando su rostro con una sonrisa cálida al ver a su nieta. —¡Mi pequeña Nina! —exclamó el coronel, su voz rebosante de afecto y calidez, mientras abría los brazos para recibir a su nieta. —¿Qué traes ahí? —preguntó, con una sonrisa curiosa. Nina se acercó a su abuelo, sosteniendo aún la paloma en sus brazos, con una mirada de preocupación en sus ojos. El coronel tomó las manos de Nina y examinó la paloma con cuidado, su rostro reflejando una mezcla de curiosidad y preocupación. —Se estrelló contra mi ventana —explicó Nina en un susurro, su voz temblando ligeramente. El coronel asintió con una mirada escéptica, su ceño fruncido revelando una pizca de duda. —Vaya... Creo que tendremos que quitar esa ventana —dijo, con voz suave y reflexiva—. Es un peligro para las aves. Nina lo miró con curiosidad, su rostro iluminado por una mezcla de sorpresa y admiración, pero guardó silencio, absorta en la escena. —¿Podemos socorrerla? —preguntó Nina, con la esperanza de una afirmación positiva. El coronel esbozó una sonrisa y asintió, su rostro iluminado por una expresión de determinación inflexible. —¡Por supuesto! —dijo—. Pero... —pausó para buscar algo en su escritorio, sus ojos escaneando el espacio con rapidez y precisión— necesito a mi enfermera personal, y esa eres tú, Nina. Nina sonrió, sabiendo que su abuelo la necesitaba para brindar atención a la paloma. Juntos, trabajaron para curar la paloma, Nina observando con interés y admiración mientras su abuelo movía sus manos con delicadeza y destreza. La dedicación y el amor que su abuelo mostraba por la paloma la hacían sentirse querida y protegida. La forma en que él cuidaba de la paloma herida le recordaba la forma en que siempre la había cuidado a ella con devoción y cariño. —Listo —mencionó el abuelo, terminando de apretar la venda, su rostro relajado en una sonrisa de satisfacción y alivio. Pero justo cuando parecía que todo iba a salir bien, la puerta se abrió de pronto y la madre de Nina, Gale, entró en la habitación con una presencia imponente. Nina se iluminó al ver a su madre, su rostro se iluminó con una sonrisa radiante y sus ojos brillaron con emoción. Corrió hacia ella con los brazos abiertos, ansiosa por abrazarla. —¡Mamá! —exclamó Nina con entusiasmo. Pero antes de que Nina pudiera llegar a abrazarla, Gale levantó una mano y la detuvo con un gesto autoritario. —No me toques —advirtió a Nina, con una voz helada que hizo retroceder a la niña. Nina se detuvo en seco, su sonrisa se desvaneció y sus ojos se llenaron de perplejidad y tristeza. El coronel se levantó de su silla, su rostro enrojecido por la indignación. —No le hables asi a la niña —reprendió a su hija, su voz firme y severa—. ¡Nina, espera afuera! Nina obedeció y salió de la habitación, sentándose en un pequeño banco en el pasillo. La discusión entre su madre y su abuelo se escuchaba claramente desde afuera, y Nina se sentía desconcertada y aterrada. —Como madre, tienes la responsabilidad de amarla y protegerla —le recordó el coronel a su hija, su voz llena de desilusión y tristeza. —Hice lo que me pediste —respondió Gale, con una voz desprovista de emociones— No puedo dar más de lo que no tengo. El coronel se enfureció, su rostro enrojecido por la ira. — Espero que la trates bien de ahora en adelante— amenazó su padre— O te olvidas de mí. RDN: K.L. Fin del Flashback. Capitulo 2. Melancólica. *Nina* Me encontraba frente al gran muro de vidrio, con la ciudad extendida ante mí igual un lienzo mojado y desvaído. Los árboles se mecían rítmicamente, bailando al compás de la tormenta, sus ramas imitando los brazos que se agitaban en el viento. Las gotas de lluvia se deslizaban por los cristales de los edificios, creando un efecto de lágrimas que parecían caer del cielo, como si la propia ciudad estuviera llorando. Mi mente en estos momentos era un torbellino, tratando de despejar los pensamientos que me asediaban, sientiendome atrapada en una marea de emociones. Mis manos reposaban sobre el frío acero del barandal, un contraste con la fiebre que aún ardía en mi cuerpo, un recordatorio de la pasión que había consumido mi ser la noche anterior. Las nubes oscuras se desplazaban lentamente por el cielo, absorbiendo la luz del sol, dejando solo una sombra de tristeza y desesperanza. Los relámpagos iluminaban el horizonte, recordándome la electricidad que había recorrido mi cuerpo la noche anterior, un recuerdo que me hacía temblar de emoción. El olor a lluvia y ozono impregnaba el aire, aumentando mi tortura mental al recordar ese aroma tan peculiar, un aroma que me transportaba a un lugar y un momento que no podía olvidar. "¡Demonios!", pensé, "todo me recordaba a él". La tormenta parecía haberse apoderado de mi mente, y no podía sacudir la sensación de que algo malo estaba comenzando. Mi mirada se perdía en el vacío, mi rostro reflejaba mi estado de ánimo, con una expresión de inquietud y ansiedad que no podía disimular. Mis ojos estaban fijos en algún punto lejano, mi mente ausente del mundo que me rodeaba. Y ahí estaba yo, a mirando la belleza del clima. La voz de Bri me llegó en un susurro, "Nina". Luego, un poco más fuerte, "¿Nina?" Trataba de llamar mi atención, de sacarme del trance en el que me encontraba. Finalmente, su voz se elevó, "Niiiinaaa", y me devolvió a la realidad. Solo así, gire hacia su dirección y la vi acercándose con una sonrisa en su rostro. Mi expresión no cambió, seguía con el mismo ánimo. De reojo, capté mi reflejo en el cristal, y me sorprendió la expresión de mi rostro, marcada por el estrés y la tensión. —¿Qué pasa?— preguntó Bri, mientras se acercaba a mi lado. —¡Cierto!—, exclamó, —el clima es un desastre hoy— Miró hacia las nubes oscuras, y yo asentí en silencio, con mi mente aún ausente. Bri me miró con una expresión de preocupación, y me tomó de los hombros. —¿Qué te pasa hoy, Nina?— preguntó, apretando mis hombros con sus manos, con su rostro lleno de inquietud. —Toda la mañana has estado distraída— agregó, llena de inquietud, mientras me miraba con una intensidad. Recordándome a él. —Anoche tuve insomnio—, le dije, tratando de explicar mi estado de ánimo sombrío. —No pude pegar el ojo en toda la madrugada—, agregué, sacudiendo la cabeza con una mezcla de frustración y cansancio. —Y para empeorar las cosas, el olor a desinfectante del hospital me está mareando—, dije, cubriéndome la nariz con la mano. Bri me miró con una sonrisa comprensiva, y me tomó de la mano con un gesto de apoyo. —Vamos, Julia te está buscando— dijo, mientras me arrastraba por el pasillo del hospital con una suave insistencia.