Kian Duncan
Un grito desgarrador rasgó el silencio de la madrugada. Me puse de pie de un salto, el corazón golpeando con fuerza en mi pecho. Fang se agitó con rabia, empujándome mentalmente con una sola palabra: Emma.
Corrí. Atravesé el pasillo con los pies descalzos, el frío del suelo no era nada comparado con la sensación de urgencia que me devoraba. La puerta de su habitación estaba entreabierta. El grito había cesado, pero se oían sollozos entrecortados y el inconfundible sonido de un cuerpo retorciéndose en la cama.
Empujé la puerta con fuerza y entré. Emma estaba enredada entre las sábanas, sudando, con el rostro pálido y bañado en lágrimas. Gritaba entre susurros, como si luchara en un sueño que no podía abandonar.
—¡No! ¡No me lleven! ¡Por favor, no otra vez!
Me arrodillé junto a la cama y la tomé por los hombros con firmeza, pero sin lastimarla.
—Emma, despierta. Soy yo, Kian. Estás a salvo. Despierta.
Ella forcejeó al principio, pero mis palabras empezaron a calar. Sus párp