Davian Taleyah
La noche estaba silenciosa, demasiado para mi gusto. La lluvia repiqueteaba suave contra los ventanales de la oficina, y el fuego de la chimenea crepitaba de fondo. Frente a mí, una pila de documentos sin firmar se apilaba, pero mi mente no estaba en ellos. No podía concentrarme. Desde que Julienne regresó a la mansión, su presencia lo impregnaba todo. Su aroma, su voz, incluso cuando no estaba cerca, era como si habitara cada rincón de esta casa y de mí.
Kaemon no me daba tregua. Mi lobo se mantenía inquieto, dando vueltas bajo mi piel, cada día más desesperado por estar cerca de ella, por tocarla, olerla, marcarla, pero la omega se negaba a estar cerca de mi o mirarme en desde hace semanas. Lo único que me quedaba era evitarle malos ratos con el cuchicheo y mantener a Auren a rayas.
Escuche pasos lentos venir hacia mi oficina y luego la puerta se abrió de golpe. Me puse de pie al instante. Allí estaba Julienne, con la respiración entrecortada, el cabello pegado a la f