Zaren estaba de pie frente al espejo, ajustando los puños de su camisa blanca mientras el sol de la mañana filtraba su luz cálida a través de las cortinas. Me encontraba aún en la cama, cubierta por las sábanas suaves que olían a lavanda, con una mano sobre mi vientre y la otra apoyada detrás de la cabeza, observándolo con una sonrisa tranquila. Verlo moverse con soltura, con esa mezcla de elegancia y concentración, me provocaba una paz profunda.
—Hoy es el gran día, ¿verdad? —pregunté, mi voz aún un poco adormilada.
Él giró levemente la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa entusiasta.
—Sí. Finalmente voy a cerrar ese contrato con los alemanes. Ha sido un proceso largo, pero si todo sale bien, será una de las alianzas más importantes para la empresa.
Se notaba emocionado. La pasión con la que hablaba de su trabajo era una de las cosas que más admiraba en él. No era ambición vacía, sino una convicción honesta en lo que hacía. Zaren trabajaba con integridad, y eso lo hacía difer