La luz del sábado por la mañana se filtraba suavemente en la habitación de Jared. Isabel se despertó lentamente, envuelta en sábanas que olían a él. Se estiró con una pereza feliz y se dio cuenta de que estaba sola en la cama. El lado de Jared estaba vacío, aunque la almohada aún conservaba una leve calidez. Escuchó el sonido lejano de unos armarios cerrándose en la cocina, seguido por el aroma inconfundible de café recién hecho. Sonrió.
Se levantó y entró en su cuarto de baño. El espacio era masculino y ordenado. Después de lavarse la cara, el recuerdo del vino de la noche anterior le dejó una leve punzada en las sienes. Una aspirina, pensó. Abrió el armario del espejo, el botiquín, esperando encontrar un frasco.
Sus ojos escanearon los estantes: un bote de espuma de afeitar, un perfume, un colirio. Y detrás de un frasco de analgésicos, vio algo más. Un pequeño rectángulo de papel fotográfico, metido en el fondo, casi oculto. No estaba snoopeando, pero la curiosidad fue más fuerte qu