RAFE:
Sabía cuál era la orden que me había dado mi Alfa. Había interrumpido el interrogatorio a Elena. En cuanto subimos al yate, salimos a toda velocidad hacia un portaaviones que habíamos localizado a unas cuantas millas de nosotros, y Fenris ya había pedido permiso para que nuestro avión pudiera aterrizar en él. Había costado una fortuna, pero eso no nos preocupaba.
Me había contactado con el humano Rognar, que mantenía rodeada nuestra manada, casi con un ejército muy bien armado, protegiéndonos de que no nos volvieran a atacar los de su especie. Pero Elena era otra cosa; ni mi lobo ni yo confiábamos en ella, aunque olfateábamos todas las esencias de mi pareja destinada en ella. Sin embargo, había otro aroma que no lograba descifrar. Además, su actuación era claramente inusual. En vez de lanzarse al mar como todos nosotros, había